Historias de la Biblia hebrea
VASIJAS DE ACEITE Y VENENO
Historia 84 – 2 Reyes 4:1-7; 4:38-44; 6:1-7
En la tierra de Israel había muchas familias que escuchaban la enseñanza de los profetas y adoraban al Señor. Estas eran de las siete mil en Israel que nunca se arrodillaron ante las imágenes de Baal. Eliseo iba por la tierra para conocer a estas familias para enseñarles y dirigirlas en su adoración. Se les llamaba “hijos de los profetas”. Dios les habló a algunos de ellos y se convirtieron en profetas del Señor.
Un día, la viuda de uno de los hijos de los profetas vino a Eliseo y le dijo: “Ay hombre de Dios, mi esposo ha muerto, y usted sabe que él era fiel al Señor. Ahora resulta que el hombre con quien estamos endeudados ha venido para llevarse a mis dos hijos como esclavos” En esos días cuando alguien tenía una deuda, el que tenía el préstamo o sus hijos podían ser vendidos para pagar dicha deuda. Y Eliseo le dijo a la mujer: “¿Y qué puedo hacer por ti? Dime, ¿qué tienes en tu casa?”
“No tengo nada en mi casa, excepto un poco de aceite”, le dijo ella. Eliseo le ordenó: “Sal y pide a tus vecinos que te presten sus vasijas; consigue todas las que puedas. Luego entra en la casa con tus hijos y cierra la puerta. Echa aceite en todas las vasijas y, a medida que las llenes, ponlas aparte”. En seguida la mujer fue a pedir a los vecinos las vasijas que pudiera ocupar para el aceite. Luego se encerró con sus hijos y empezó a llenar las vasijas que ellos le pasaban. Cuando ya todas estuvieron llenas, ella le pidió a uno de sus hijos que le pasara otra más, y él respondió: “Ya no hay otra para el aceite” En ese momento el aceite se acabó. Si hubiera tenido más vasijas, hubiera tenido suficiente aceite. Y fue a ver a Eliseo, el hombre de Dios, y él le dijo: “Ahora ve a vender el aceite, y paga tus deudas. Con el dinero que te sobre, podrán vivir tú y tus hijos”.
En otra ocasión, Eliseo fue a Guilgal entre las montañas cerca de Betel, lo acompañaban algunos de los hijos de los profetas. En ese entonces, la comida estaba escaza, así que estaban buscando en los campos algo verde o vegetales para comer. En eso un hombre salió y recogió hierbas y plantas silvestres, pero no sabía que eran venenosas; y las echó en la olla para hacer un guisado. Sirvieron el guisado, pero cuando los hombres empezaron a comerlo, gritaron: “¡Hombre de Dios, esto es veneno!” Entonces Eliseo echó harina en la olla con la comida envenenada, y dijo: “Sírvanle a la gente para que coma. Así lo hicieron, y ya no hubo nada en la olla que les hiciera daño.
Un día, un hombre le trajo al profeta un regalo de panes de cebada y espigas de trigo fresco. Ese día acompañaban a Eliseo cien hombres, y Eliseo le dijo a su criado: “Dales de comer a la gente”. Y el criado dijo: “¿Quieres que con esto alimente a cien hombres?” Y Eliseo le contestó: “Sí, dáselos para que ellos coman, pues el Señor dice: – Comerán y habrá de sobra. Entonces el criado les sirvió el pan y, conforme a la palabra del Señor, la gente comió y hubo de sobra.
Un día, los miembros de la comunidad de los hijos de los profetas, en compañía de Eliseo, bajaron del monte a un lugar cerca del río Jordán y comenzaron a construir un albergue. De pronto, al cortar un tronco, a uno de los profetas se le zafó el hacha y se le cayó al río. En esos tiempos, el hierro y acero eran muy caros porque eran raros. El hombre dijo: “¡Ay, qué voy a hacer maestro! ¡Esa hacha no era mía!” Eliseo le preguntó dónde había caído el hacha. Cuando le dijeron el lugar, Eliseo cortó un palo y, echándolo allí, hizo que el hacha saliera a flote. Allí el hacha estaba flotando como si fuera madera. Eliseo le ordenó: “Sácala”. Así que el hombre extendió el brazo y la sacó.
Con todas estas obras que la gente vio, sabía que Eliseo era un verdadero profeta del Señor; y que era la voz del Señor de Israel.